Coloquemos la bandera donde se ve, donde se entiende, donde nos participamos con cesiones y amistad. Pongamos el himno del amor y del buen humor basado en el optimismo y en la ilusión por lo humano.
Y hagamos todo lo posible por defenderla. Hablo de la bandera del corazón, la que mejor nos puede guiar, la que no nos manchará, las que nos invitará a hablar y a darnos un mañana.
Hemos de izarla tan alto como podamos. Hagamos lo necesario para que todos la vean.
Juan TOMÁS FRUTOS.
sábado, 21 de junio de 2014
Al despertar
Me encanta ver cómo las ciudades se despiertan. Poco a poco los rayos del Sol muestran sus hermosuras, sus rincones coquetos y bellos, algunos bulliciosos porque empieza la jornada o porque no ha terminado la anterior.
Te encuentras, al alba, a los primeros en despertar, prestos a trabajar, a estudiar, a pasear, a hacer deporte, a ir a cualquier parte, a disfrutar, cada cual a su manera, como rezaba la canción.
Me gusta ver al ser humano en este viaje que llamamos vida. Con todos sus enseres pesados, con sus vaivenes, con sus incertidumbres, el nuevo día es una hoja en blanco que hemos de escribir. Incluso cuando las cartas no vienen dadas alberga una ocasión de oro, o de plata, o de volverlo a intentar.
En el paseo, apresurado o tranquilo, del amanecer nos encontramos con nosotros mismos, a veces sin saberlo, y vamos al encuentro de un tesoro, material o inmaterial, sin que logremos percibirlo en algunas oportunidades, que las tenemos. En ese afán hemos de estar más entregados.
Me maravilla contemplar cómo despierta mi entorno y sentirme tan vivo en él. ¿Te apuntas al día?
Juan TOMÁS FRUTOS.
lunes, 16 de junio de 2014
Compromiso
Hay pocas palabras que me gusten más que compromiso. Da miedo, lo reconozco, pero también mucho coraje para salir adelante. Hay más vocablos que me placen, pero son, realmente, pocos. Es, indudablemente, así porque, entre otras consideraciones, el compromiso supone acercarnos a los planteamientos de la solidaridad, de la bondad hacia los otros, de las obligaciones adquiridas interiormente, de las apuestas por un futuro en el que verdaderamente creemos... Es una suerte de intento de dar con la máxima verdad. Hay mucha carga de magnetismo en positivo en este término al que aludimos.
Por fijar posiciones, resaltemos que el primer compromiso del ser humano ha de ser consigo mismo, con su felicidad, con sus aspectos formativos, con su paz interior, con sus mejores valores, que ha de extender, por supuesto, a los demás. Hay que compartir, a ser posible, lo que merece la pena, lo que alberga valentía, determinación y riqueza en el plano material y, fundamentalmente, en el intangible.
Nos hemos de comprometer cada día con los que conocemos, con los que amamos, con los que están pendientes de que les demos cierto crédito, con quienes vienen con el afán de un aprendizaje prometedor. Hemos de realizar las expectativas de amor con hechos, desde eventos plausibles y practicables. El movimiento, lo que uno indica verbalmente, se demuestra andando.
Cuando demos nuestra palabra, no lo olvidemos, hemos de proporcionar a quien se la ofrecemos un contrato escrito, un pacto de ley, un acuerdo de por vida, brindando razones y criterios de convivencia y de libertad. Los momentos se justifican con destacadas deferencias. Podemos hacer mucho si tenemos el coraje de no volvernos atrás, sobre todo si se trata de circunstancias y condiciones severas. Aquí es donde uno mide lo relevante.
La vida está llena de oportunidades, pero para que éstas cuajen, además de voluntad, de firmeza, de formación y de entrega en un sentido amplio, y no siempre academicista, hemos de darnos seguridad en lo personal, en lo jurídico, en lo social y hasta en lo económico-político. Las cuestiones que funcionan son las que tienen soportado el medio o largo plazo desde una óptica real, no del todo idealista, con premisas y obligaciones adquiridas de manera voluntaria. Aquello que se hace porque se cree en sus interioridades es lo que tiene porvenir.
Superar la increencia
Uno de los graves inconvenientes, por no decir obstáculos, para superar la crisis es que a menudo no creemos en las probabilidades que nos propician unos y otros: nos referimos a todos los ámbitos, desde el financiero hasta el cultural, pasando por los demás. Hay una increencia generalizada, y ésta viene por el hecho de que no ha habido una realidad basada en el pacto atemporal que nos lleve a solvencias y a soluciones donde el conjunto tenga propuestas y alternativas. La visión global contribuye a que avancemos de verdad, de un modo arrollador.
Además, ha de ser una perspectiva de ventajas asumidas desde una obligación libre que responda al día de mañana. El seguimiento de las rutas, de los planteamientos, de los compromisos hablados, ha de ser metódico, preciso, contrastado y cercano. Cuando se produzcan desviaciones o desventajas, deberemos cambiar el rumbo. Las transformaciones, cautelosas, prudentes, lentas, cimentadas en la experiencia y en la mejoría frente los errores o equívocos, se irán produciendo desde la seguridad férrea de las situaciones bien construidas. Ése ha de ser el anhelo.
Compromiso no será la única palabra que hemos de pronunciar y de llevar a cabo, pero es una de las más fecundas en estos tiempos de puesta en cuestión de casi todo. La rubricamos en este artículo con fortaleza, porque, de ejecutarla, daremos con el lógico bienestar común, tan olvidado por algunos sectores en la actualidad. Comprometámonos, pues.
Juan TOMÁS FRUTOS.
viernes, 13 de junio de 2014
SEAMOS VALIENTES
Apetece vivir en este nuevo día tras resacas comprensibles y otras que no lo son tanto. Hay que saber discernir lo importante de lo que no lo es tanto, si bien las ilusiones son cruciales para un futuro que no ha de prometer, sino cumplir.
Cada cierto tiempo hay que realizar balances. Debemos ver quién está a nuestro lado y quién no teniendo en cuenta lo que persiguen de nosotros, consciente o inconscientemente. No siempre salen adelante las cuestiones que consideramos fundamentales, pero, cuando menos, hemos de estar de acuerdo en intentar mejorarlas.
Dentro del ruido que nos inunda recurrentemente hemos de procurar dar con las claves del entorno: ver intereses, objetivos, opciones. Hemos de ser realistas en el marco de unos sueños que también deberían ser generosos. El cariño y la pasión, el perdón incluso por errores o equívocos, han de caracterizar ese comienzo de cero diario desde la experiencia (por supuesto) para no caer de nuevo en lo estéril e inútil. La propuesta está clara. Seamos valientes.
Juan TOMÁS FRUTOS.
Cada cierto tiempo hay que realizar balances. Debemos ver quién está a nuestro lado y quién no teniendo en cuenta lo que persiguen de nosotros, consciente o inconscientemente. No siempre salen adelante las cuestiones que consideramos fundamentales, pero, cuando menos, hemos de estar de acuerdo en intentar mejorarlas.
Dentro del ruido que nos inunda recurrentemente hemos de procurar dar con las claves del entorno: ver intereses, objetivos, opciones. Hemos de ser realistas en el marco de unos sueños que también deberían ser generosos. El cariño y la pasión, el perdón incluso por errores o equívocos, han de caracterizar ese comienzo de cero diario desde la experiencia (por supuesto) para no caer de nuevo en lo estéril e inútil. La propuesta está clara. Seamos valientes.
Juan TOMÁS FRUTOS.
viernes, 6 de junio de 2014
Cambios
La vida es un eterno tránsito, una mudanza hacia un espacio infinito donde saboreamos dosis que procuramos, al menos en ocasiones, que sean de felicidad. El afán en esta dirección ha de darse. Los cambios son, además de necesarios, inevitables: se hallan ahí. Los debemos afrontar no sólo con la deportividad que ha de caracterizar la existencia, sino con la premisa de aprender de ellos. Lo que no nos derrota definitivamente, recordemos, nos hace más fuertes. Algo así nos subrayaba Nietzsche.
Actualmente, todo está mudando la piel, y lo hace doblemente, tanto en su aspecto externo como fundamentalmente en el interno. Las transiciones llevan su ritmo. En algunas ocasiones van lentas, y en otras se aceleran con lo que ello impone de adaptación en cuanto al tono del acontecer diario.
Heráclito nos recordaba mirando el agua discurrir por el río que nada permanece. No estamos en el mismo sitio dos veces, aunque lo parezca, pues las circunstancias, aunque sólo se encuentren determinadas por los años, por el tiempo, y no por otros trueques, no son las mismas. Por ello hemos de ser sabios para aprovechar las oportunidades de las transformaciones sociales e individuales y fermentar en positividad.
Convendría, por ende, interpretar las ocasiones vitales en cualquier etapa de nuestras vidas como opciones que suman. Las rutas de las intrahistorias nos brindan ingentes fortunas en forma de aprendizajes, de creencias en el porvenir. La fe mueve montañas, incluso en el sesgo literal. La credibilidad y la confianza son aspectos cruciales. Sin la una y sin la otra no vamos a parte alguna. Por eso las crisis, que suponen puesta en cuestión de lo vigente, nos regalan las intervenciones necesarias para que las estructuras caigan, para que todo se defina de otra guisa.
La transformación es un tesoro. No hay riqueza mayor que la docencia que nos viene de levantarnos tras caídas diversas. El corazón, como la mente, ha de estar abierto. No debe tener prejuicios, ni debemos vivir en un limbo inmutable. Las derivaciones de los orígenes fortalecen las raíces y dan un ramaje más denso, verde y prometedor.
La clarividencia respecto del presente y en relación al porvenir tiene que ver con la visualización de los dones que nos rodean y respaldan, aquellos que nos pueden permitir avances y que nos inculcan los valores cruciales para la subsistencia en comandita, en comunidad.
Emoción y razón
Los deseos se cumplen desde el territorio de la emoción, teniendo en cuenta las opiniones espirituales, pero en paralelo acercándonos a los criterios racionales desde las medidas equilibradas que nos pueden ayudar a conocer y a saber en paz, en consideración y complacencia, desde la belleza más singular. Podemos dar y fomentar la dicha cimentándonos en la concordia, en los acuerdos. De hecho, la mayoría no intuimos mejores veredas.
Los hechos se construyen en una existencia en permanente riesgo, siempre que éste no se declare en la radicalidad permanente. Los trasiegos son intrínsecos al deambular humano. El objetivo ha de ser la búsqueda de espacios comunes, que, aunque cambien, lo cual es deseable, sean reconocidos por todos. Parece evidente. Lo importante es que lo sea, resaltémoslo, para todos.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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