domingo, 27 de julio de 2014

Saludos

            Alguien te mira, y te vuelves en ese instante, como diría nuestro querido Arturo Pérez Reverte, transparente. No te ve. Sigue su camino, su vida, sin ti... Tras un cierto desconcierto y puede que hasta un punto de incomodidad, continúas tu senda, demostrando tranquilidad, intentando transmitir que no ha sucedido nada, sobre todo por si alguien “controla” la jugada y advierte el rubor o quizá el ridículo de o por lo acontecido. A veces somos dados a dar demasiada importancia a coyunturas tan pasajeras y nimias como la existencia misma. Hay una tenencia humana a exagerar. Es posible que sea el caso, o también puede tratarse de una real frustración. En el equilibrio, nos recordaba Aristóteles, se ubica la virtud.

            Es claramente desconcertante que una persona con la que has tenido una cierta relación o cercanía te mire y no te contemple. Es como si una suerte (buena o mala, según se conciba) de rayos X atravesaran nuestro cuerpo y no se percibiera su textura, esto es, no existimos, al menos no para la persona en cuestión. Hay fenomenologías que se suceden, pero, como ésta, no las sabemos descifrar.

            Así es. Inexplicablemente a veces alguien que nos conoce, a menudo muy mucho, no nos divisa al pasar a nuestro lado. Hay muchas teorías para “justificar” esa coyuntura: se relacionan con dudas, inseguridades, enfados, desprecios, distanciamientos, cegueras, egoísmos, e intereses variados, así como con pasotismo, ingratitud, maldad, enemistad… Todos son términos que argumentan los porqués de esa ignorancia supina consentida.

            Lo que uno experimenta en esos “desencuentros”, más o menos pausados, soterrados, escondidos, ligeros de equipaje, sucintos, discretos en todo caso, es difícil de expresar con vocablos atinados. El nerviosismo, la desazón, no ayuda: nos rompe un poco más bien. Somos humanos, y no nos complacen estas incongruencias. Tampoco las podemos evitar, ni debemos.

            No obstante, estas desgraciadas situaciones nos enseñan que, sinceramente, no somos ni tan importantes para unos, ni tan decisivos para otros, ni tan dependientes de los demás. Pasa el tiempo, la vida, y pagamos las facturas que cada etapa nos presenta para abonar. Una de ellas es perder, dejar atrás, los amigos que no lo son tanto, que no lo eran, que no son capaces de demostrar su apoyo en los tiempos convulsos que hemos de desmenuzar.

            En paralelo, recibimos, con estos episodios, regalos, auténticos presentes cargados de futuro desde una mejor observación. El que se va de esa guisa, el que nos desprecia, o lo intenta, con su comportamiento, en realidad nos brinda la ocasión de mirar para el lado correcto, que obviamente no es él. No todos están con nosotros, ni es conveniente, y los que no lo están son, en ciertas oportunidades, una sobrecarga que es mejor apartar lo antes posible. En su lugar queda una flor que nos recordará que, pese a todo, la belleza, la hermosura, predomina en la Naturaleza.

Somos relativos

            Además, para perplejidad de lo divino y lo humano, hay veces (no muchas, ciertamente) en que cambia el viento, y acabamos topándonos de nuevo con aquellos que dijeron desconocernos con su comportamiento “kinésico” y “proxémico”. Es entonces cuando las aguas vuelven a su cauce. Mirar, sonreír, y guardar silencio, cuando algunos nos envían efusivos mensajes, como si nada hubiera pasado, es una actitud reconciliadora con lo que aquí describimos.

También es verdad que cabe el olvido y el perdón. En ambos casos, y eso depende de que sepamos elegir a quién damos segundas ocasiones, nos alzamos con un valor que mueve montañas. La coyuntura nos dicta qué realizar. Es aconsejable, para tales supuestos, que estemos preparados con la suficiente intuición: no es cuestión de volver a errar, aunque esto, es decir, equivocarse, es propio de humanos. A lo mejor no es para darle tanta importancia a un saludo. Después de todo, somos demasiado relativos, más de lo que pensamos unos y otros. Ustedes dirán.


Juan TOMÁS FRUTOS. 

sábado, 26 de julio de 2014

LUZ UNIVERSAL

No hay miedo, no puede haberlo. Todo cabe en tu corazón. Logras darme estabilidad. Seguimos sin compromisos, sin peligro, con proporciones que nos permiten grados y comodidad. Eres disposición.

Me veo en tierra firme, incluso en la tormenta más dura en el océano infinito de un universo rodeado de crisis. Me llevas entre algodones. Eres maravillosa.

Miro, te miro, y me relajo. Hemos disfrutado mucho. Nos queda más. Los tiempos ya no tienen fronteras. Los túneles parecen más cortos, más sencillos, más fáciles.

Ya no hay veredas equivocadas. Sencillamente nos encontramos con opciones, y las tomamos. No tememos los errores, que son humanos. No sufrimos miedo: nos sabemos juntos y eso es garantía de ir hacia delante.  Nos sabemos capaces de rectificar.

Dirijo la vista hacia ti, y, como guía, que lo eres, te tomo. Has transformado mi entorno, mis circunstancias, mi ser, y continúo arreglando las diversas vicisitudes contigo. Sin duda, eres esa luz universal que marca un antes y un después, y, fundamentalmente, me señala que es realizable la felicidad. Nos fugamos. Nos logramos.


Juan TOMÁS FRUTOS. 

martes, 22 de julio de 2014

Consideraciones de amor

Aspiremos con recuerdos que nos han de presentar los objetivos con claridades que están donde quieren. Nos supondremos con realidades.

Rastreamos por el deseo que nos aplica soluciones. Nos beneficiamos del anhelo esencial que nos predica con modelos que son diáfanos.

Nos hemos de otorgar beneficios sin vacilaciones. Nos presentaremos con reformas que nos sanarán. Hemos indicado los motivos más abundantes.

Concluyamos comenzando con ese idealismo que nos hace conocer lo que sucede. Entendamos en las reuniones que nos distraen con cuentas de amor.

No hemos esperado. Seamos. Los sellos funcionan. Las vidas nos hacen mezclar las sales de unas consideraciones que son. Amemos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

domingo, 20 de julio de 2014

Por las sendas del nuevo día

Siempre he dicho que pocas luces se captan en el mundo como la que percibimos en la Región de Murcia. Lo que ocurre es que no siempre caemos en la cuenta de su belleza. Supongo que las circunstancias nos hacen ver, o no ver, cuanto tenemos delante. El descanso, como el tiempo, regala perspectiva. Es el caso.

Admiro la belleza de un nuevo día. Estoy vivo, y lo sé. La gratitud, a quien sea, como sea, se ha de trasladar. La existencia, con todas sus contradicciones y caídas, es hermosa. Tenemos la suerte de la intelectualidad, de comprender lo abstracto, y ello hace que la imaginación viaje por lo que es, por lo que fue, hasta por lo venidero.

Además, reconozcamos que no estamos solos, que tenemos más amigos de los que pensamos, que confiamos en ellos, aunque nos cueste dar con las claves del día a día. Lo sencillo es complejo, y lo complicado, más simple de lo que a menudo se nos antoja. Lo importante es seguir para darnos otra oportunidad, a la que tenemos derecho en las ansias de felicidad que nos inundan.

Mantener el equilibrio es esencial, y, si lo perdemos, conviene que sepamos las sendas de nuestro interior. Poco a poco. Comenzamos la jornada. Besos y abrazos para todos.

Juan T.

sábado, 12 de julio de 2014

Nosotros, la medida

Estipulo deseos en estos amaneceres hermosos. Nos declaramos protagonistas anónimos, y nos sentimos contentos por ello.

Hemos personalizado los deberes, que asumimos como nuestros. Podremos con el destino, porque lo advertiremos como aliado.

Nos acercaremos a los rayos de un Sol que nos embriagará de amor. Será un aliado de las Lunas que nos regalan incursiones cariñosas.

La actitud es generosa. Es cuestión de tiempo, de poco, para que la fortuna nos calme. Si lo creemos, funcionará ya. No seamos más ambiciosos de la cuenta, que “el hambre que no tiene hartura no es hambre pura”.

Vayamos al punto de encuentro. Lo sabremos cuando lleguemos. No dejemos que nos trastornen las circunstancias que no comprendemos. Respondamos con cifras que han de recordar que la medida somos nosotros, hombres y mujeres, mujeres y hombres, seres humanos. Es sencillo. No admitamos clientelismos.


Juan TOMÁS FRUTOS.

domingo, 6 de julio de 2014

Otra vez

Es de madrugada. Alcohol, hambre no ponderada y que fermenta en forma de odio, causas escritas y otras que no comprendemos, deseos realizados y otros rotos por el destino cruel… Muchos elementos se entrecruzan en una choque de vehículos monstruoso y sin sentido (todos carecen de racionalidad), consecuencia del sueño, del “mal estado” de los conductores, de la precipitación, de la falta de pericia, y de la carencia de reflejos por mil motivos. Los cuerpos, como si fuera inevitable, se proyectan hacia la muerte.

Ésta, la Parca, trocea lo físico, al tiempo que lo psíquico, y muere un joven de 22 años. Con él todos morimos un poco: este tipo de situaciones catastróficas, de actuaciones desgraciadas, son un fracaso de todos, de la sociedad al completo.

Esta hecatombe nos hace prisioneros de la incomprensión, de la insuficiencia de tiempo para comunicarnos y para conocer qué fue de aquel niño bueno que miraba con ingenuidad. ¿Qué ocurrió para que se perdiera en el laberinto de las condiciones y circunstancias que decían el filósofo y el poeta? Quizá no desapareció: puede que su inocencia quedara enterrada sin que fuéramos capaces (ni él, ni nosotros) de obtener lo racional para que no imperara todo aquello que no lo es. Muchas dudas se aglutinan.

Sí, demasiadas incógnitas se desarrollan en torno a un suceso luctuoso en el que se demuestra, por “des-fortuna”, esa máxima que nos repetía, y repite, que “el hombre es un lobo para el hombre”. Algo falló en este fatídico evento: se habla de un error humano. Quizá bebió demasiado, quizá le faltaban horas de sueño, puede que no ponderara la velocidad o el estado del pavimento… Todo pudo ser, con equívoco humano incluido, claro. Cuando ocurre algo así, nos damos cuenta de que no hemos abandonado tanto como pensamos esas etapas de comienzos de la Humanidad, como era el caso de los Cromañones, con comportamientos propios de la visceralidad más bárbara.

Aún hoy en día hay una aceptación de la violencia como baluarte inevitable, y, a menudo, aunque no sea ésta la tragedia que explicamos, se percibe como algo aceptable para imponer una supuesta realidad desfigurada. En esta coyuntura hablamos de la violencia en la conducción, de no respetar las normas, que fracturamos, de la no aceptación de unos límites, que rompemos. Los efectos son nocivos, y la felicidad no es factible.

Tristeza y dolor

Lo cierto es que la tristeza, el dolor, el pesar, la soledad, la rabia contenida, la preocupación, las ausencias, se adueñan de nuestros corazones con más recurrencia de la debida, y, de esta guisa, una y otra vez, sin que lo reconozcamos, nos acostumbramos a soportar y a asumir el riesgo de vivir más allá de las contingencias naturales, con las posturas más innobles de unos seres que no pueden ser tildados de humanos con estos comportamientos que constituyen agresiones a lo más importante que tenemos: la propia existencia.

Lo malo es que narramos mucho, que hablamos más, que opinamos, que nos contamos sucesos,  que nos provocamos con desventajas y con lecturas de instrumentos variopintos, pero no terminamos de evitar esas pugnas que aniquilan los espíritus y todo cuanto podríamos realizar en un futuro que no será: ya no.  Como se dice en la película “Sin Perdón”, “cuando se mata a alguien se le quita toda la posibilidad de ser aquello que podría haber vivido”, esto es, rompemos el presente, y también el porvenir: nos quedamos sin ilusiones, sin perspectivas, fuera de juego, sin nada. Pierde el que se va, el que desaparece, pero perdemos más los que permanecemos. Como dijo Goya, “quedamos muy solos” de cara a nuestro destino, escrito con sangre.

Un nuevo fracaso se ha registrado, por lo tanto, en esta “inoportunidad” cuando un hombre al volante ha segado la vida de un joven que tenía todo: una novia con la que casarse, unos hijos que disfrutar, una profesión que ejercer, una familia que amar, todo un universo de conocimientos que adquirir y que compartir, millones de experiencias y de alegrías por saborear, así como multitud de momentos duros y de otros joviales: mucho por vivir, en definitiva.

Y todo, todo ello, se ha quedado en el silencio de una madrugada cargada de muchas incomunicaciones previas, que, cuando menos, las podemos detectar por los resultados¿Qué ha pasado? Con una ingente intranquilidad nos respondemos que ha acontecido otra vez. ¡Maldita sea!


Juan TOMÁS FRUTOS.

sábado, 5 de julio de 2014

SIN PRISA, SIN PAUSA

            Nos agarramos a las sensaciones de más felicidad, a las que nos ofrecen consuelo, sosiego, a la que nos brindan la oportunidad del amor, de seguir por los vericuetos de la amistad, de las miradas profundas, de las creencias en los demás.

            Fomentamos la risa, nos otorgamos contento, nos frenamos ante lo que no nos conviene. Decimos no a las perturbaciones de la soledad. El conjunto gana frente a lo individual.

            La actitud ha mejorado, y nos sentimos plenos de energías para compartir y expandir hasta un infinito figurado y real. Podemos ser, y lo sabemos.

            Enganchamos con las personas a las que amamos de una manera especial.  Es genial que ocurra, pero sobre todo lo es porque lo advertimos. No podremos evitar las tormentas que se sucedan hoy o cualquier otro día, pero sí cómo las afrontamos. Seguro que sacaremos beneficio a todas las opciones.

Lo haremos sin prisa, sin pausa.


Juan TOMÁS FRUTOS.