Dicen que
el torero está solo, o, lo que es peor, que se siente en dura soledad. ¿Qué
tendrá nuestro emblema? ¿Será que no lo valoramos? ¿Puede que sea el hastío
respecto de una sociedad con falta de compromiso? ¿Es posible que le duelan las
distancias?
Todo
concepto intermedio tiene su virtud.
Él también la busca. Ha sentido alegría,
miedo, anhelos, espíritus variados, calmas y prisas, arrebatos y quietud...
Se ha formado como un gran profesional que es. Ha habido instantes óptimos y
otros que demuestran caída, sea ésta silente o no.
La música
de su vida tiene muchas notas, todas ellas construidas sobre la lealtad a sus
convicciones. Ha hecho los deberes, ha defendido la norma, ha sido él, ha
creído... Entonces, ¿por qué a veces no se advierte salvado en sus
convicciones?
Es posible,
creemos desde la atalaya, que no le hayamos ratificado que es un tipo solvente,
colmado de dones y de credibilidad que nos conduce por las sendas de la
verosimilitud de un relato que nos endulza
las historias con pasiones y, en ciertas oportunidades, con dolor. Como
reseñamos, es existencia pura. Puede que por eso se experimente solo.
A menudo,
para salvar espesuras, para corroborar superación, algo debe acontecer, y eso
supone un trecho, un desierto, unas lágrimas de sangre. En esta tesitura, le
reclamo (a nuestro torero) más sosiego
aún, un poco más, y le resalto desde aquí, desde estas anónimas líneas, que no
es raro, y que, mientras yo deambule por el cosmos, como le cantaban a la Niña Lola, ni ella se verá sola, ni él
tampoco.
Juan Tomás
Frutos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario