Hablamos
habitualmente de la enorme incidencia de las nuevas tecnologías en todos los
sectores de la población, de cómo se introducen en nuestras vidas con apenas
resistencia, de la información y de los datos que pululan y se movilizan a
través de Internet. Su presencia total, su posibilidad de llegar a todas
partes, se traduce en que no hay resquicio donde no puedan tener un impacto más
o menos visible y fortalecido.
Precisamente
por esa penetración global, y porque contribuyen a la universalización de
formatos y de contenidos, hemos de pensar en las cautelas, garantías o alertas
con las que debemos trabajar cuando tenemos niños cerca. Los periodistas hemos
de ejercer también esa mirada, así como los comunicadores en general y las
empresas informativas muy especialmente. Los ordenadores son instrumentos que
procuran conocimientos, en sentido genérico, muy idóneos. No obstante, y con la
multiplicidad de informaciones que se mueven por doquier, es aconsejable que
tomemos las suficientes medidas que impidan que determinadas noticias lleguen a
los consumidores más jóvenes, fundamentalmente a los adolescentes y a los
niños, sin digerir, sin filtrar o sin el necesario contexto o explicación.
La
información precisa valores y datos previos para que se pueda entender en su
plenitud. La infancia ha de ser (lo es, de hecho, en todos los aspectos) el
sector más protegido de la población. Una buena educación contribuye a un
oportuno y extraordinario crecimiento que redundará, con seguridad, en esos
ciudadanos y ciudadanas que harán del territorio donde viven una ubicación
óptima desde todos los puntos de vista de la convivencia humana. A ello
contribuyen, deben, los medios de comunicación de masas.
Por lo
tanto, proteger de abusos, de contenidos “contaminados”, de violencia, de
pornografía y de otros deterioros y delitos es una necesidad para todos. Aquí
la formación desde los primeros estadios de la vida humana es un imperativo que
se traducirá, si conseguimos ciudadanos auténticamente libres a la hora de
elegir, en una sociedad más feliz y plural. Cuando hablamos de una buena
educación, hablamos, paralelamente, de una óptima comunicación. Seamos
experiencia educativa, sobre todo desde las primeras fases existenciales. La
cosecha será en positivo.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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