La
etapa en la que estamos está caracterizada por la imagen. Es la nueva cultura,
o, en cierto modo, la cultura de siempre. Quizá en todo momento ha sido así. Lo
visual impera, y hasta impacta más. Por ello, todo se ciñe a este aspecto, a lo
gráfico, por llamativo, por atractivo, por engullir a lo demás, por
sobreponerse al resto de perfiles de la existencia humana.
Hay
imágenes que valen más que mil palabras, y hay otras que valen menos. Las
generalizaciones no siempre son exactas, ni tampoco es bueno que las aceptemos
a pie juntillas. Conviene poner en cuestión todo lo que recibimos,
fundamentalmente si es contundente, si se traduce desde lo absoluto. Recordemos
que lo relativo es lo que normalmente vale, cuando se hace desde la cultura,
desde el conocimiento, desde la inteligencia, desde la moderación y el
contraste de pareceres. Tengamos presente que individualmente no vemos más que
los otros: todos juntos sí oteamos más. Es lógico. Aprendemos de las
experiencias compartidas. Siempre ha sido de este modo a lo largo de la
historia humana.
Dice
Pedro Farias García que la aprehensión de la realidad pasa por su
interiorización y asunción desde el trance mismo del aprendizaje. Le damos la
razón, añadiendo que hay que tener la cautela de la mesura, del saber
contextualizar, y eso supone sacrificio en el proceso formativo, que no se ha
de dejar al albur de lo que sucede de manera rutinaria, ni siquiera de lo que
pueda acontecer. La impronta se consigue en el día a día, y no por generación
espontánea.
Y, con
toda esta huella visual, ese súper-soporte que es Internet, con sus millones de
visitas diarias, ha de basarse en un cierto camino de sensatez y de búsqueda de
fuentes fiables. El contraste de hechos y de opiniones de diversa índole debe
ser la premisa que nos coloque en el lugar de la eficacia. No hemos de producir
más víctimas que las emergidas de los acontecimientos más o menos luctuosos. La
imagen, en este sentido, ha de ser un criterio fundamental, pero no el único.
La plataforma que es Internet sólo nos otorgará el oportuno beneficio en cuanto
seamos capaces de rentabilizar todo lo que alberga. Hemos de saber optar entre
todas las variables, sacando partido a nuestro tiempo de ocio y/o de vacación.
No actuar de esta guisa es perder el tiempo y no aprovechar los recursos
disponibles. El desarrollo de este consejo se dará, especialmente, cuando
relatemos historias con víctimas.
A
menudo pecamos de ingenuos. Pensamos que las cosas se aprenden fácilmente y sin
invertir el necesario tiempo en ellas. Eso nos dice la moda, los medios de
comunicación y los valores sociales en los cuales estamos incardinados.
Fallamos. Puede que por casualidad a veces ocurra así, pero no ha de ser éste
el itinerario a seguir. En este trecho o camino de la oportunidad, los
resultados no suelen ser, en el medio o largo plazo, lo suficientemente
atractivos o elocuentes. Los avances merecen una optimización desde el positivismo.
Está
ahí la supremacía de la imagen, y más con los nuevos medios y soportes, pero
pensemos, igualmente, en el valor de las palabras, y destacaremos, en
consecuencia, muchas noblezas en este universo de estampas gráficas, que son
la apuesta predilecta y preponderante.
Cuidemos, no obstante, a las personas como es gran valor de la Naturaleza y del
Universo por encima de todas las cosas. Los últimos han de ser los primeros
para los periodistas.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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