lunes, 18 de marzo de 2013

Información y Opinión, Derecho y Libertad

La libertad de Prensa ha sido el gran logro de la Democracia. Así de importante es la cuestión, y por eso lo resaltamos de manera contundente. La gran mayoría estamos de acuerdo en esa aseveración, en esa perspectiva. El Periodismo, unido como está, y ha estado, a las Revoluciones Industriales y a los grandes tránsitos de la sociedad, verdadera depositaria del Derecho a la Información, es la base sobre la que se sostiene toda comunidad de gentes, de personas de bien. Precisamente porque es tan decisivo y determinante hallamos este derecho en las Constituciones liberales, en la Gran Carta Magna americana, en los principios democráticos de los Estados modernos y en el apartado de Derechos Fundamentales de la Constitución Española del 78, sin olvidar la Carta de los Derechos Humanos de 1948. Tengamos en cuenta que estas libertades han de ser ejercidas con honestidad cuando nos referimos a la protección de las víctimas de desgracias o de eventos catastróficos o de situaciones más o menos complejas y comprometidas.

Por ello, y con motivo de la celebración cada 3 de Mayo, del Día Mundial de la Libertad de Prensa, nos permitimos recordar algunas consideraciones, en la idea seria, sencilla y sin dobleces de ayudarnos todos a conservar uno de nuestros bienes más preciados: el de la comunicación veraz, sin “segundas” intenciones, clarificadora, plural, ecuánime, diestra, defensora de las minorías y de aquellos que nos refrescan los pensamientos con su anhelo y su derecho a disentir. Las víctimas han de tener siempre una máxima protección.

 Así, pues, subrayemos que, dado que los profesionales de la información desarrollamos un papel básico, los distintos estamentos, las distintas corrientes societarias, no pueden, no deben, no podemos, ni debemos, poner objeción a las noticias que están debidamente documentadas y que son absolutamente veraces. Al mismo tiempo, no podemos, como sociedad plural que somos, aceptar que este tipo de situaciones se produzcan. Tampoco a la inversa. El respeto mutuo ha de ser la estrella guía.

 Tengamos presente que, cuando los periodistas no actuamos con la suficiente diligencia, si fuera el caso, cabe que se pidan, que pidamos, las oportunas rectificaciones o la puesta en marcha de medidas legales siguiendo los procedimientos establecidos por las normas, pero jamás -atención- debemos tolerar que se realicen amenazas veladas o de viva voz. Hemos de reclamar sin ningún tipo de rodeos respeto para el trabajo de los profesionales, que cumplen, que cumplimos, nuestra función constitucional de servicio público y de interés general. Para ello, la labor, como ocurre mayoritariamente, ha de ser impecable.

 Añadamos, igualmente, que la actividad de los poderes y de las Administraciones, de cualquier entidad pública y privada, si fueran el caso o el objeto de las informaciones periodísticas, está sujeta, por su propia naturaleza, al conocimiento y al control societario, eso sí, desde el respeto, desde la consideración plena de sus derechos y deberes. Parece lógico, ¿no? La sociedad, según la Ley, es la depositaria del derecho y del deber de informar. Como contrapeso o complemento a los poderes establecidos, los profesionales de la información hacen de vicarios o de representantes especializados de esa misma sociedad para conocer y divulgar aquello que ocurre y que tiene una cierta relevancia observando las reglas esenciales del buen periodismo. Cuando no sea así, habrá que decirlo también desde el propio colectivo periodístico. Los tratos discriminatorios o abusivos deberán ser denunciados, cuando sucedan.

Depositarios de un derecho

No cabe por ello aceptar que los periodistas o sus medios sean los culpables de contar aquellas cosas que sean ciertas, reitero, si lo son, si son verdaderas, y si se ofrecen oportunamente, con una buena praxis. En determinados momentos, en ciclos de toda índole, se convierte en una moda esta consideración, esta apreciación, que trata de lanzar una cortina de humo sobre actuaciones más o menos lícitas, intentando que el mensajero se lleve un golpe, quizá como aviso a posibles osados a contar la verdad de cada día en los más diversos planos de la sociedad a la que, repito, se debe el periodista.

Es claro que, si nos equivocamos, debemos rectificar, que, si no lo hacemos, están las leyes, y que éstas deben indicar el camino por el que hemos de caminar todos en consenso y en comunión normativa. La Federación de Asociaciones de Periodistas, con 20.000 socios en toda España, está trabajando muy arduamente en este plano.

Con orgullo decimos que somos periodistas, que hacemos una labor ardua cada día, para la que esperamos el apoyo de toda la sociedad, que deposita en nuestra profesión su confianza. Pedimos respeto para nosotros, de paso para nuestras familias, y, al tiempo, para todas las gentes a las que representamos con firmeza y fortaleza. Los periodistas, como no podía ser de otro modo, somos sociedad. Todos estos conceptos son necesarios, y los hemos de recordar cuando informemos de sucesos que impliquen conductas complejas y víctimas. Todos podemos serlo en cualquier momento de nuestras vidas, y demostrar empatía y anticipación en este sentido es un logro que beneficia al conjunto de la sociedad.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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