lunes, 18 de marzo de 2013

Comunicación modélica y crisis

La vida es un cúmulo de experiencias que, créanme, y ese mi empeño en los últimos años, hemos de tratar de que sean lo más positivas que podamos, incluso entresacando, inconscientemente a menudo, ejemplos de pujanza y de ilusión frente a algunas situaciones duras y complejas. Hay muchos perfiles en el discurrir diario. Cuando informamos de víctimas, muchos más.

Por eso me quedo en los últimos días con grandes y anónimos ejemplos, como el de esas madres que se sacrifican aquí y en la China (es una expresión hecha, que, por desgracia, podemos interpretarla literalmente) con el fin de proteger y de salvar a sus hijos, aún a riesgo de perder la vida, que, a veces, la pierden.

Me detengo, por otro lado, en ese médico singular que es Manuel Elkin Patarroyo, ese doctor ejemplar que salva vidas, muchas, infinitas, con un valor infinito a su acción, que se expande como un soplo de aire fresco y renovado en la ya férrea crisis que nos golpea con crispación, soledad e impotencia. La salud no debería ser un negocio, y este colombiano universal nos lo recuerda. Los medios deberíamos reiterarlo también. Ayudaríamos así a las víctimas y a su recuperación física, intelectual y moral.

Me fijo, igualmente, en los voluntarios que se aplican aquí y en medio mundo, y en el mundo entero, a favor de los más desvalidos, de los últimos, de aquellos que no tienen ni quién les escriba ni quién les arrope, y a menudo ni si quiera quién les llore. Los medios deberían reflejar esto siempre, si bien es verdad que mayoritariamente lo hacen, pero hay actuaciones que generan demasiado “ruido”.

En todas estas heroicidades hallo con Stevenson razones para querer, y, como Shakespeare, para no creer, pero sí creo, porque encuentro ejemplos de solidaridad con mi planeta querido (prefiero quedarme con esos modelos). También doy con esa hermosa cooperación con el 25% de los más pobres de nuestro entorno. Me encantan esas campañas que rebuscan y se topan con un payaso en el interior de toda persona de bien. La risa rompe muchas barreras, fundamentalmente las propias, las internas, las que no vemos. El buen humor supera la victimización.

Me regocijo cuando mi amigo Julio se entrega a los que viven en hospitales, cuando Isabel defiende sus cuestiones literarias, cuando Enrique da clases a los últimos de cada escalera (quizá porque él lo fue y se rebeló contra ese destino), cuando marineros de raza pugnan con el mar embravecido, cuando las distancias son más cortas gracias a mi amiga María José, cuando reconozco en los más jóvenes ese joven que fui y que aún soy... Hay tanta gente estupenda que no sé por qué las minorías brillan en esta crisis.

No todo en la vida es ruido. Hay sueños que nos divierten, que nos forman y que nos regalan una oportunidad para ser felices, que es lo primero en lo que hemos de laborar para nosotros y para los demás. Hay quien dice que no hay salida a la crisis, y yo, con esos modelos de vida, digo que venceremos como las legiones romanas, eso sí, dejando a un lado la fuerza y proponiendo como exponente el mejor honor. Ahí está. El de las víctimas en general (su honor, su buen nombre) ha de ser la premisa de nuestro comportamiento, en este caso periodístico, por y para la sociedad.


Juan TOMÁS FRUTOS.

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